Les invito a leerlo
¿Qué significa vivir
en guerra?
¿Está Colombia en guerra?, ¿Qué
significa estar en paz?, ¿Estamos los ciudadanos de bien exentos de ella?
Por: Roberto Echeverri Uribe | Enero 19, 2017
Todo, además de lo que ocurre con los grupos alzados en armas en
nuestro país, es también considerado un acto de guerra o paz en la sociedad,
sus estamentos de gobierno o la población en general. La sociedad como un todo
se ve afectada por la conducta individual. Una mala concepción de libertad nos
hace creer que poseemos licencia para hacer lo que nos parezca siempre pensando
en el propio beneficio y obtener la mayor ventaja sobre los demás. La ignorancia
y sus demonios, el individualismo y la insolidaridad, juegan un papel
definitivo para la destrucción del tejido social que no es otra cosa que el
resultado de las relaciones humanas dentro del reconocimiento y el ejercicio de
los derechos, que permite crear vínculos fuertes entre los seres humanos, al
interior de las familias, entre las familias, y la formación e interacción de
asociaciones o gremios para el mejor desarrollo de las personas y el
crecimiento orgánico y sostenible de la sociedad. Cuando esta delicada red se
rompe, los valores de la sociedad se pierden y se convierten los intereses
particulares en dominador del accionar humano. ¿Es la pérdida de valores la que
rompe el tejido social, o es la ruptura del tejido social la que ocasiona la pérdida
de valores? Es un fenómeno paralelo.
Se libra la peor de las guerras: la del país contra sus propios
connacionales y este fenómeno es similar a una enfermedad donde del sistema
inmunitario del ser humano se convierta en el agresor que ataca y destruye sus órganos
y tejidos en vez de protegerlos. Y no nos damos cuenta de ello, o lo negamos,
aun a sabiendas de la existencia de ese conflicto atroz que nos destruye a
todos.
De alguna manera somos directos responsables de ella. Sí: si usted no
paga impuestos hace la guerra; si hace lobby para ser favorecido en un contrato
o para ser nombrado en un cargo público también hace la guerra; si soborna
funcionarios públicos o privados para que le den información privilegiada, se
cuela en cualquier fila, hace la tercera fila para girar, o se pasa un semáforo
en rojo, está contribuyendo a hacer la guerra; si arroja basura a las calles o
si no hace nada para evitarlo también hace la guerra, porque no hacer algo para
construir paz, es también hacer la guerra.
Si calla un delito, si no delata, o si tapa una conducta ilegal;
promueve el tradicional chanchullo, paga salarios bajos, evade los pagos de
seguridad social de sus empleados o les cambia las condiciones salariales para
verse favorecido, usted está contribuyendo a que la guerra que se libra en el
país se propague; y si elige a un político corrupto sea o no su amigo, también
colabora con ella. ¿Lo apoya económicamente? usted es un mecenas de la guerra.
¿Necesita un policía para hacer las cosas correctamente, toma atajos que lo
favorezcan, o denuncia a los demás por envidia de que el otro haya aprovechado
un lindo papayazo que usted no vio o no le dieron; hace fiestas ruidosas,
irrespeta a los vecinos o genera problemas con los demás ciudadanos?, siéntase
tan culpable como los guerrilleros de este país. Usted no hace paz, usted hace
la guerra.
Hay países en paz que hacen la guerra, y países en guerra que sin
creer que lo están también la hacen pero con enemigos y propósitos distintos.
La guerra no es eliminar al enemigo por una posesión territorial o por lograr
una ventaja cualquiera que ella sea; la guerra nuestra es de todos contra
todos, y se libra todos los días. Guerrilleros, políticos de toda laya, y
ciudadanos de la más diversa condición nos sumimos en este marasmo de violencia
entre dominadores y dominados; manipuladores y manipulados, víctimas y
victimarios. Somos frágiles marionetas de quienes nos aplastan e intimidan para
hacer valer su voluntad, su ventaja, su propósito.
Los enemigos que alimentan la guerra en Colombia son inventados con el
propósito de hacernos creer que tomado partido y eliminando (léase engañando,
violentando, abusando o estafando) al otro -sin importar raza, sexo, género o
condición- llegaremos a la tan “anhelada” paz; que por fin todo será diferente
y jubilosos seremos testigos de una vida distinta. Cumplir con la voluntad del
todopoderoso violento y manipulador será como tocar el cielo en la tierra;
expiar los pecados y limpiar nuestra penitente alma en vida. Por ello la
palabra paz es tan emocional y se convierte en presa fácil de marrullas
políticas. Por desgracia la guerra no termina, y cuando lo hace, las cosas
siguen igual, creando la sensación aterradora de frustración y desesperanza.
Comencemos por construir una paz estable y duradera eligiendo
adecuadamente a nuestros políticos y dirigentes y comportándonos como
ciudadanos conscientes de nuestro papel en la sociedad comprendiendo que somos
parte de un todo, y que la libertad trae consigo una enorme carga de
responsabilidad porque nos obliga a pensar en el otro, que la convivencia es también conveniencia lo cual nos impide hacer cualquier cosa con cualquier
persona, y que la libertad mía termina donde comienza la del otro. Cuando
logremos comprender estos básicos principios de convivencia, lograremos vivir
en paz.
Qué enigmática contradicción la de esta malhadada guerra. Tan
necesaria para mantener el orden entre los pueblos y a la vez tan destructiva.
Es como todo en este juego azaroso de la vida: los malos no son ellos (los
objetos), los malos somos nosotros al no saber cómo hacer buen uso de ellos.